La educación no tiene forma
alguna de predecir qué futuro le depara a cada uno de los estudiantes, para
llegar a alcanzar el éxito en su vida lo hará a través de la sucesión y logros
de retos que se le presentarán a lo largo de esta, cada uno de estos retos que
requieren de soluciones que servirán para el planteamiento de otros que se
presentarán posteriormente y así en lo sucesivo. En este contexto la educación
deberá ser dedicada a promover con fuerza y eficiencia las competencias que en
su quehacer diario le corresponden desarrollar al estudiante.
Con todo lo anterior, sumado a la
formación en cuanto a ética y humanista se refiere a estos alumnos les
corresponderá la tarea de descubrir por si mismos la misión para la cual fue
preparado y una vez encontrada emplear lo mejor de cada uno en los diversos
ambientes en los que forme parte.
Al educar para ser competente, se
dirige para la formalización de las características
propias del ser humano: inteligencia y voluntad, para que desde el punto de
vista único que caracteriza al ser humano y de esta forma dejar huella de sí
mismo en el ámbito en el que se desenvuelva.
La educación para la vida se
sustenta en dos hechos elementales, primero cada persona tiene una misión que
descubrir y hacer y segundo para ser competente, en la preparación se tiene que
destacar los tres puntos mencionados en el informe de Delors: “El saber, el
saber hacer y el saber ser”. La aptitud del hacer es una acción resultante de
la aptitud del ser. Por tal motivo en el modo de hacer se encuentra intuida la
originalidad de cada persona, precisamente porque recaba lo que lo distingue y
diferencia. Enfatizar lo singular es tarea única del educador; al hacerlo
contribuye a que el educando aporte a su entorno una valía especial.
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